El reto de las últimas semanas ha sido responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo puedo comunicar mis emociones de manera asertiva, sin reaccionar con enojo? Parte de la respuesta es entender primero lo que está sucediendo en mi interior. Una amiga coach me enseñó que eso se llama "gestionar las emociones".
La ira ha sido una de mis mayores debilidades, pero he entendido que no hace parte de mi temperamento, sino que es un síntoma de lidiar de manera equivocada con el dolor (del pasado o del presente). Y, aunque ese no es el tema de este post, sí lo motivó, porque esta semana tuve mi primera victoria: pude reconocer cómo me sentía y expresar mis emociones sin explotar, sin acumular y sin minimizar las cosas que para mí requerían de atención. La verdad es que mi esposo ha sido maravilloso, porque ha tenido la paciencia y el amor para escucharme y ayudarme en cada paso. El resultado: un profundo alivio.
Sin embargo, para llegar ahí, Dios tuvo que hablarme de las heridas del pasado, del perdón, del miedo al rechazo, de muchas cosas que no había resuelto y de cómo estaba interpretando los sucesos del presente. Producto de esas conversaciones largas con Él he podido ir sanando. Por eso y para cerrar, quiero citar las palabras de una amiga: "recuerda celebrar las pequeñas victorias, porque para cada una de ellas Dios tuvo que hacer un milagro". Si revisas tu semana, puedes identificar algún milagro? Me encantaría saber cuál fue!
Kommentare