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Foto del escritorFrancA Pizzarra

Dominando la lengua

Actualizado: 22 abr 2019



“Todos cometemos muchas faltas. ¿Quién, entonces, es una persona madura? Sólo quien es capaz de dominar su lengua y de dominarse a sí mismo”.

Santiago 3:2-12


Cuando estaba pequeña, el pastor de mi iglesia nos enseñó una frase cantada que todavía recuerdo veinte años después: “primero es un pensar, luego es un decir, luego es un sentir y luego es un hacer”. Antes de que cometamos acciones buenas o malas, estas primero tuvieron que anidarse en forma de ideas en nuestra mente, para luego saltar a nuestra boca.

“Es que no soy lo suficientemente buen@”, “Estoy sol@”, “No hay esperanza para mí”, “Mi espos@ es lo peor”, “Mi jefe no sabe nada”, son algunas afirmaciones que se me vienen a la cabeza de primera mano, seguramente porque son las más comunes. El asunto es que, aunque en alguna dimensión pueden ser ciertas, no son la verdad. ¿Por qué? Porque no corresponden a la visión que tiene Dios de la realidad, solo a nuestra limitada perspectiva. Entonces, si damos lugar a que esos pensamientos se “materialicen” en nuestra lengua, en poco tiempo tendremos una mala actitud con las personas o frente a las circunstancias que tenemos que enfrentar, porque esas ideas se convierten en sentimientos y finalmente se vuelven acciones de las cuales nos arrepentimos después.

En mi caso es todo un reto guardarme opiniones innecesarias. Pero las veces que lo he logrado he notado un cambio radical en mi forma de pensar y, en consecuencia, en mi actitud frente a la vida y las personas. Por eso, he llegado a la conclusión de que gano más callando que hablando. Esta semana, hagamos el ejercicio de disciplinar nuestra forma de hablar. Ayunemos quejas, críticas y chismes. ¿Se le miden al reto y me cuentan cómo les va?

PD:si quieren saber más sobre el poder que tenemos en la lengua, vayan a Santiago 3. No se arrepentirán.


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