Una de las mentiras más grandes con las que me toca lidiar: “nadie me va a entender…”.
Esa es la pista de patinaje que utiliza mi mente para que no busque ayuda en momentos de crisis o debilidad, y prefiera la soledad. Sin embargo, he comprobado que, si busco a alguien en quien pueda confiar, lo más seguro es que pueda zafarme de ese loop dañino que no me permite replantear mis paradigmas, retar mis temores o simplemente ver las circunstancias desde otra perspectiva. En el amor de otros podemos encontrar el arma necesaria para vencer, y esta puede tener forma de consejo, de intercesión o de un simple abrazo.
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