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  • Foto del escritorFrancA Pizzarra

La Cebolla


¿Qué tan dispuestos estamos a examinar realmente nuestro corazón, reconocer nuestras debilidades, lo que ha cauterizado nuestras conciencias, ir a la raíz y dejar que Dios drene la herida hasta que salga la infección? Hacer esta investigación profunda de lo que motiva nuestros comportamientos tiene el mismo efecto que quitarle las capas a una cebolla porque, cuanto más cerca estamos del centro, más intenso es el olor de nuestra realidad y hasta llega un punto en el que la aparición de las lágrimas se vuelve inevitable. Pero ¿qué pasaría si en la cocina prefiriéramos ahorrarnos el paso de pelar la cebolla y pasarla por el calor de la sartén? Al menos la comida colombiana perdería su sabor característico. Así mismo, aunque las heridas no nos definen, las cicatrices cuentan la historia de lo que éramos y en lo que nos hemos convertido; son la evidencia de las victorias sobre el dolor, las circunstancias y sobre nosotros mismos. Sin embargo, depende de nosotros si queremos ponernos en las manos del mejor Chef para ser transformados o no. No le tengamos miedo a las heridas, dejemos que Dios nos examine y atesoremos los aprendizajes que nos dejen los descubrimientos.


“Examíname, oh SEÑOR, y pruébame; escudriña mi mente y mi corazón”. (Salmos 26:2)


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