A veces, quisiera cambiar las circunstancias que me rodean; y en otras, desearía cambiarme a mí misma. Sin embargo, en esos momentos de ansiedad e impaciencia, Dios me recuerda que mi labor es disponer mi corazón, sembrar en él, dar lo mejor de mí, cuidarlo de la maleza y luego confiar en que Él se encargará de hacer la parte más difícil. "Es un trabajo en equipo", me dice. Entonces, vuelvo a lo fundamental: yo hago lo posible y Él se encarga de lo imposible.
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