Me encanta leer historias de ficción, subir y bajar con las vivencias de los personajes, sus luchas, sueños, victorias y derrotas. Y, por esa misma razón, me encanta leer la Biblia. Hay un libro para cada gusto, estado de ánimo y momento de la vida.
Sé que. ya todos han escuchado el valor que tiene en términos espirituales, sin embargo, hoy también quiero destacar su riqueza artística y creativa. Sus autores fueron pioneros en estructuras dramáticas y desarrollo de personajes, así como lo fue Aristóteles. Y, la infinidad de formas y recursos que utiliza para retratar el corazón del ser humano, en mi opinión, es sublime. El reto está en ser un lector activo y no pasivo. Con esto quiero decir que toca investigar a la fuente, el contexto histórico y personal de cada autor, desarraigarse por unos instantes de los significados y significaciones de nuestra realidad, para poder viajar ligeros por el tiempo y entender con mayor claridad el mensaje detrás de cada pasaje.
Cuando empecé a leer la Biblia me sentí persiguiendo al conejo de Alicia en el país de las maravillas. Lo mejor de todo es que es un mundo inagotable que da para chuparse los dedos por el resto de la vida, como si de miel se tratara. Si no te has animado a leer las primeras páginas, te invito a que le pierdas el miedo y te lances como un explorador en medio de la selva.
Nos vemos en la madriguera.
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